miércoles, 28 de octubre de 2009

El Tabú sexual entre madre e hija

Escrito por: Patricia Sandino Chiari

Primera Parte


Hoy pensamos que madres e hijas tienen una relación verdaderamente liberada –¡y desde luego las cosas no han mejorado! En el fondo veo que hay un trauma significativo que se produce en las primeras etapas de la relación y que sigue existiendo hoy en día. Se trata de un hecho que determina las relaciones femeninas para el resto de sus vidas.

Una niña de entre uno y tres años advierte que el cuerpo de su madre es distinto al suyo: su madre tiene senos, caderas redondeadas y vello púbico. Siente curiosidad por esa parte mágica del cuerpo de su madre, la parte de la que nació ella, y tiene muchas preguntas.

El cuerpo de un niño no es tan diferente al de su padre; es una especie de versión en miniatura. Además, el niño puede ver el pene de su padre (en la ducha, mientras se viste), pero la vulva de la madre no es visible casi nunca; es más, la hija no puede ver ni siquiera su propia vulva, si no es con un espejo.

De forma natural, una niña pequeña quiere mirar y tocar, explorar el cuerpo de su madre, descubrir en qué se diferencian. Pero enseguida aprende que no debe hacerlo. Cuando alarga la mano para tocar a su madre en esos sitios, la madre retrocede y se aparta nerviosa. Es la primera lección que recibe la hija sobre cómo relacionarse con otra mujer. ¿Por qué no habló Freud de esta etapa tan importante? Aunque la hija crece sabiendo, en su fuero interno, que su madre es sexual (a falta de otra palabra mejor), externamente debe adoptar una conducta que niegue ese conocimiento; mostrarse demasiado interesada en el cuerpo de su madre parecería vulgar e inapropiado.

Este hecho prepara el terreno para las relaciones entre las mujeres adultas. Las relaciones posteriores siguen teniendo ese punto ciego, los ojos apartados, la conciencia instintiva de que el único comportamiento apropiado con otra mujer es no mostrar nuestro cuerpo sexual, no mirar el cuerpo de la otra. Es decir, el miedo o la distancia psicológica entre las mujeres comienza en los primeros años de la relación entre las hijas y las madres.

Otra forma de verlo: aunque no solemos pensar en la madre en este sentido, lo cierto es que ella es el centro erótico del hogar. ¿Por qué? Toda hija (y todo hijo) sabe que en otro tiempo estuvo dentro del útero de su madre y que pasó la cabeza por su vagina; pero su cabeza nunca debe volver a acercarse a esa zona. En definitiva, que nunca debe volver a intentar tocar o ver esa parte del cuerpo de mamá; está rodeada de un profundo tabú. (El hijo aprende de la sociedad que, cuando crezca, verá el cuerpo de una mujer y se sentirá próximo a él). Todo ello genera una fuerte mística sexual a propósito de las madres, sobre todo en las niñas.

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