miércoles, 28 de octubre de 2009

El Tabú sexual entre madre e hija










Publicado por: Patricia Sandino Ch.


Segunda Parte


La estructura familiar tradicional, especialmente el arquetipo de la madre que es buena porque es pura y asexual, enseña a las mujeres a considerar como algo positivo el distanciamiento entre unas y otras. Aunque la hija también debe mantenerse apartada del padre, siempre está la información (el guiño) de la sociedad que dice: “Sí, pero a los hombres les gustan las chicas que son sexuales”. O las niñas oyen: “Cuando seas mayor, un hombre explorará tu cuerpo y tú explorarás el suyo”. Existe menos problema entre hombres y mujeres porque, incluso cuando no mantienen una relación sexual, hay cierta comodidad en el hecho de saber que el cuerpo se acepta como parte de la identidad global.

En cambio, entre mujeres, aunque es frecuente que se mantengan amistades excelentes, ese primer tabú sexual causa dudas y confusiones psicológicas. Y es precisamente el hecho de que ese tabú no se reconozca y el origen de los sentimientos quede olvidado, lo que arroja una sombra sobre las relaciones entre mujeres y las hace demasiado propicias a tener sospechas y desconfianza sin fundamento.

¿Qué podrían hacer las madres para romper ese círculo? La salida no consiste simplemente en una vulgar exhibición de todas sus zonas íntimas, para nada. Tampoco es abordar la sexualidad a través de manuales clínicos; esa forma de ser honestas y modernas no vence los temores adquiridos por las niñas hacia las partes prohibidas del cuerpo sexual femenino, ni el miedo a ver a toda una mujer (es decir, a la madre) como un ser sexual. Para cambiar la situación, cada madre podría construir de manera individual, por su cuenta, una nueva forma de comunicación con su hija; cosa nada fácil de hacer.

Aprender a reconocer la sexualidad de otras mujeres no significa que ahora todas las mujeres tengan que despertarse y “admitir” una supuesta identidad lésbica. Significa que debemos ser conscientes de que este primer tabú crea una tensión y unos nervios antinaturales entre mujeres, y que es posible vencerlos. Muchas mujeres, en cierto sentido, consideran que hay una parte de ellas de la que no se puede hablar; se sienten más tranquilas con los hombres porque es como si aceptaran su faceta sexual.

Las mujeres adultas pueden romper el maleficio de esas primeras enseñanzas si son conscientes de las reacciones irracionales que les produce estar con otras mujeres y no tienen miedo de pensar de nuevas maneras sobre lo que ocurre, revisar sus propias actitudes y experimentar relaciones diferentes con otras mujeres.

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